viernes, 3 de noviembre de 2017

Comer es un placer. Parte 1.

Efectivamente, comer es un placer para la mayoría de las personas. Y cada vez con más frecuencia los médicos de las diferentes especialidades atendemos en consulta a personas con problemas de salud derivados de este placer. En el blog de hoy pretendemos analizar algunos factores que influyen en la epidemia de obesidad en nuestros días, y especialmente, en las razones por las que las personas fracasan en sus intentos para mantener un peso saludable.

Primer factor: Somos animales.
Imaginemos a un antepasado nuestro, en la puerta de su caverna, tumbado al sol, relajado, descansando después de una caminata para buscar alimentos… se acaba de comer unas bayas del bosque y de momento se siente satisfecho… de pronto pasa un cervatillo… le percibe... ¿Qué creen que hará nuestro tatarabuelo? ¿Alguien piensa que se va a parar a pensar si le toca comerse su media mañana, las calorías del animal o sus niveles de colesterol? ¡De eso nada! Todos sus sentidos se ponen en marcha para dar caza al animal. Y es más, una vez que lo atrapa y comienza a comérselo, no se detiene hasta finalizar el alimento.
Imaginemos ahora al hermano de nuestro tatarabuelo, que habiendo comido las bayas, considera que son más saludables, que se siente lleno y que no le apetece comer. ¿Cuál de los dos tiene mayor posibilidad de sobrevivir? Y por lo tanto, ¿cuál tuvo más posibilidades de reproducirse?
Acabamos de reflexionar sobre los mecanismos biológicos que han servido evolutivamente para que las especies sobrevivan, y que siguen formando parte de nuestro equipaje biológico, que son:

- Cuando veo comida me la quiero comer
- Cuando empiezo a comer me cuesta parar hasta terminarme la comida
- Cuanto más graso, dulce o salado es el alimento más me apetece seguir comiéndolo

El problema es que estos mecanismos actualmente en nuestro medio no son necesarios, dado que tenemos una disponibilidad continua de alimentos de alto contenido calórico, de forma fácil, sin tener que cazarlos ni correr detrás de la comida para comérnosla, vivimos a una temperatura constante por lo que tampoco gastamos calorías para mantenernos, etc. y el efecto secundario de todo esto son los kilos de más.

Segundo factor: La “buena” educación.
Fondo de fotografía creado por Prostooleh - Freepik.com
Por otro lado, es conocido que los bebés traen instalada de forma innata una capacidad para saber cuándo están saciados y qué deben de comer. Sin embargo, son nuestros estupendos cuidadores quienes, con todo su afán protector, se encargan de destruir ese mecanismo a base de las más variopintas artimañas (a saber, distracción con la TV, avioncitos, “esta por papá”…) Eso por no mencionar, que la mayoría de nuestros adultos con obesidad fueron criados por las madres de posguerra, que vivieron en su infancia los efectos del hambre, y por tanto tienen asimilado que el niño orondo es el que más sano está.
Sin embargo, que una conducta esté programada biológicamente, o marcada en nuestra crianza, no significa que no se pueda modificar. Podemos utilizar esta capacidad nuestra como seres humanos de reaprender hábitos en nuestro favor. De hecho, lo hacemos constantemente, o sino ¿cómo hemos aprendido a lavarnos los dientes, a escribir, a vestirnos o incluso conducir…? Todas estas conductas, y las que se nos puedan ocurrir, nos costaron un esfuerzo al inicio, pero con la repetición se convirtieron en hábitos automáticos.

Una vez analizadas algunas de las causas que influyen en las enfermedades relacionadas con el exceso de peso, en el próximo Blog te propondré unos sencillos pasos a seguir para conseguir un peso saludable.



Dra. Eva Romero,
Psiquiatra Hospital de la Reina

1 comentario:

Te ha gustado lo que has leído? Deja un comentario.