sábado, 5 de mayo de 2012

Tan acompañados...y tan sólos ( a propósito de las relaciones humanas y su poder terapéutico)

Facebook, Twitter, Tuenti, teléfonos móviles, correos electrónicos, sistemas GPS…es indudable que la tecnología ha sufrido un progreso imparable, que ha llevado las cuotas de comunicación a unos lugares impensables hasta hace unos pocos años. Las cartas que se enviaban, por ejemplo, a nuestro hermano país de México tardaban quince días en tener contestación en nuestro buzón: ahora, a través de un simple correo electrónico podemos saber en tiempo real lo que sucede al otro lado del Océano con toda precisión.

¿Acaso es malo entonces, Doctor?. Ni mucho menos: Internet y sus aplicaciones han permitido que, muchas de aquellas personas cuyos seres queridos y contactos emocionales se encuentran a larga distancia puedan mantener el contacto sin arruinarse, pero…por el contrario, en una amplia mayoría de casos, el uso indiscriminado –cuando no compulsivo- de estas tecnologías ha provocado el efecto opuesto. A modo de ejemplo, les invito a que se paseen un día de fin de semana por cualquiera de los centros comerciales o de los sitios de juego infantiles y juveniles que abundan en nuestras ciudades: si se fijan, verán que muchos de los infantes o preadolescentes se dedican a jugar con los móviles de sus padres, los suyos propios o las videoconsolas de turno, ajenos al compañero que tienen al lado…es decir, muchas personas juntas, pero totalmente asiladas del resto del mundo. Esto llega a tales extremos que se crean realidades alternativas, obviando la realidad y olvidando lo fundamental: la información que se manda a través de todos estos sistemas es muy fría, desprovista del calor humano que el lenguaje, bien hablado o bien mediante gestos y actitudes de nuestro cuerpo, puede transmitir al otro…

Para muestra, un ejemplo: cuando el que escribe se estaba formando como Neurólogo, tenía la curiosa costumbre de fijarse en que, determinados días de la semana, los pacientes sufrían bruscamente subidas de las cifras “de la tensión” o habían dormido mal, sin causa aparente…a este licenciado le llevó dos meses descubrir que esos días coincidían con los días en que se hacía el pase de visita saliente de guardia, con el cansancio acumulado consiguiente y dedicando más tiempo “a lo científico” en vez de “ a lo personal”. Esos días en los que, sin querer, no se hacía la carantoña en la muñeca mientras tomábamos el pulso al enfermo, le preguntábamos qué tal sus dolencias en vez de si estaba bueno el desayuno, o simplemente se nos olvidaba soltar algún piropo a la anciana cuyos nietos no venían hasta la tarde, eran el disparadero para que su estado de salud cambiara sin causa aparente…

Como los ejemplos anteriores, puede haber muchos en el día a día: puede que, sin saberlo, soltando un piropo a la persona que está a nuestro lado, o simplemente dedicando una sonrisa o un gesto amable, podamos alegrar el día a una persona, aunque sea por unas horas. Por eso, es importante recordar que, por mucho que dispongamos de medios, tecnología, ordenadores, complejos programas informáticos y otras cuestiones similares, al final un gesto, una caricia, una expresión o unas simples palabras pueden hacer tanto bien como la mejor de las terapias modernas…por eso, hay que enseñar a las personas a comunicarse, a romper las barreras que la dinámica social del momento impone y mentalizar a la sociedad de que, aquellos grupos que no saben comunicarse adecuadamente, desaparecen sin remedio…

Dr. Ángel Fernández

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